Procurando la Santidad con Deleite - por el Dr. Pablo Ra


Hace mucho más de un siglo J. C. Ryle dijo, “La santidad no puede justificarnos y salvarnos. La santidad no puede cubrir nuestras iniquidades, satisfacer nuestras transgresiones, pagar nuestras deudas con Dios”. Pero él también enfatizó que “debemos ser santos en la tierra antes de morir, si queremos ir al cielo después de la muerte... No solo debemos admirar la santidad y desear la santidad - Tenemos que ser santos”.

Dios llama a los creyentes a ser santos –como Él es santo– (Levítico 11:44; Mateo 5:48;
1 Pedro 1:15-16). Lo opuesto a ser santo es ser profano (Levítico 10:10; Hebreos 12:16), una persona que desecha la gracia de Dios, que no respeta las cosas sagradas, es inclinada a satisfacer sus placeres y elige hacer su propia voluntad. Pero el mandato de ser santos ha sido interpretado
a menudo en términos negativos, estoicos, o ascéticos apelando a prohibiciones y mandatos legalistas, reemplazando o sustituyendo la gracia de Dios como medio de santificación (Colosenses 2), algo que el apóstol Pablo condenó (Gálatas 1:6-9; 2:16; 3:11). Si bien la santificación implica el desecho de lo impuro, sacrílego o malo, y la purificación del ser, en términos positivos apela al privilegio y a la necesidad de ser separados, distintivamente consagrados, y dedicados a Dios, con el fin de gozar de su presencia, adorarle, agradarle y servirle. La activación y actualización de la santidad surge como el deseo de presentarse como un sacrificio vivo a Dios (Romanos 12:1-2) respondiendo a su llamado, y entrar en arrastre con Dios, haciéndolo como una consecuencia de haber sido tratados con misericordia (2 Corintios 7:1).
Asímismo, la santidad está íntimamente relacionada con la identidad cristiana ya que define su estado, posición y relación a Dios. Sin embargo, la realidad vigente pareciera indicar que muchos cristianos no han captado la esencia de su significado. Más aún, la santidad no figura en la lista de prioridades de los cristianos de hoy, quienes ignoran el hecho de que la santidad es el tema número uno de interés en el cielo. ¿Cuántos cristianos contemporáneos podríamos pensar que están realmente interesados no sólo en hablar de la santidad, sino también en procurar activamente lograr la santidad?
Sin embargo Jesús dijo en Mateo 5:48, “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. La Biblia dice algo similar reiteradamente: 1 Tesalonicenses 4:3, “la voluntad de Dios es vuestra santificación”. 1 Corintios 15:34, “Velad debidamente, y no pequéis”. 2 Timoteo 2:19, “Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo”. Romanos 12:9, “Aborreced lo malo, seguid lo bueno”. 1 Timoteo 5:22, “Consérvate puro”.
Cuando leemos estos versículos, nos damos cuenta de que tenemos la responsabilidad de ser proactivos e intencionales en nuestra búsqueda de la santidad. Y también vemos que la santidad no es sólo para unas pocas personas, como pastores o misioneros de dedicación completa. Todos los cristianos son llamados a ser santos. Pero el problema es que para el ser humano es más natural poner sus preferencias y conveniencias personales, antes que la obediencia a Cristo. La mayoría de la gente contemporánea relaciona la santidad con algo aburrido. La santidad sería algo que recuerda a los monjes en un monasterio medieval. La vida
de los monjes medievales, no es exactamente lo que atraería a aquellos que viven vidas modernas. Para muchos, la santidad sería un concepto anticuado y obsoleto.
¿Por qué sucede esto? ¿Es la santidad realmente un estilo de vida aburrido? ¿Es necesario vivir una vida aburrida para evidenciar nuestra obediencia a los mandamientos de Dios? ¿Es acaso aburrido caminar con Dios? Si realmente tal es el caso, andar en comunión con Dios representa un dilema paradójico muy grande para muchos cristianos, ya que tienen que esforzarse por ser felices y a su vez cumplir por obligación.
A su vez, C. S. Lewis escribió en Cartas a una Dama Americana, “Qué poco sabe la gente, que piensa que la santidad es aburrida. Cuando se conoce lo que es en verdad, es algo irresistible”. Dios puede ser definido en varios términos, pero es inaudito considerarlo aburrido. Por lo tanto, para los que no lo conocen, su percepción distorsionada lo considera como un Dios aterrador, despreciable o aburrido; en cambio, aquellos que lo conocen, es la fuente de todo poder, belleza, amor y satisfacción.
Para comprender mejor el concepto de la santidad, necesitamos saber qué sucede cuando una persona nace de nuevo en Cristo. Es por eso que la Biblia expresa el nuevo nacimiento como la nueva creación en 2 Corintios 5:17, “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. Entonces, ¿en qué sentido los cristianos son nuevas criaturas? ¿Qué quiere decir cuando dice “las cosas viejas pasaron” y “he aquí todas son hechas nuevas?”
El nuevo nacimiento no consiste en una mera reformación moral de la vida y la conducta. Nacer denuevo es algo que sucede en lo más profundo del ser humano. Éste es una renovación de nuestra naturaleza, y como consecuencia de esta renovación de la naturaleza, se produce infaliblemente una reforma moral de la vida. Este suceso antecede al nuevo curso de acciones. Por lo que primero existe un cambio de nuestra naturaleza, con facultades y disposiciones nuevas para Dios y las cosas espirituales.
¿Por qué es tan importante este nuevo nacimiento o esta nueva creación? La humanidad por naturaleza está en un estado de oscuridad y de ceguera con respecto a Dios y a las cosas espirituales. Vemos que los fariseos, orgullosos de su estado religioso, hicieron una pregunta a Jesús con desprecio, “¿Acaso nosotros somos también ciegos?” Juan 9:40. Pero Jesús les hace saber que su presunción de que pueden ver y tener conocimiento espiritual sólo serviría para agravar su pecado y su condena. Esta ceguera espiritual no es una mera ignorancia o incomprensión de Dios y de las cosas espirituales, sino también, una aversión a Dios y a todo lo referente a lo espiritual. Hay dureza y obstinación dentro del corazón, el cual rechaza todas las impresiones que llegan sobre las nociones de la verdad. Por esta razón, los hombres prefieren y eligen otras cosas antes que a Dios o lo espiritual. Esto es lo que Pablo dice en 1 Corintios 2:14, “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”.
La solución de Dios a este problema, es el nuevo nacimiento o la nueva creación. Lo que es imposible para el hombre realizar por su naturaleza caída, Dios lo hace posible dándonos una nueva naturaleza para que el hombre pueda llegar a la santidad. Dios ha multiplicado sus promesas para este propósito. Por ejemplo, Jeremías 32:39, 40 “Y les daré un corazón, y un camino, para que me teman perpetuamente, para que tengan bien ellos, y sus hijos después de ellos. Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí”. Ezequiel 36:26, 27 “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”.
Por ende, esta nueva naturaleza, hace que el corazón de un hombre nacido de nuevo esté inclinado, dispuesto, y capacitado para temer al Señor siempre. Jesús también habló de este cambio drástico del corazón en Mateo 13:44, “el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo”. Esta parábola habla de un hombre nacido de nuevo, quien descubre un tesoro incomparable, que es Jesús. Por eso con gran gozo deja todas sus posesiones que hasta entonces fueron valiosas para él, para tener aquel tesoro.
Este cambio drástico, esta nueva inclinación por Dios, se debe al nuevo corazón prometido por Dios y a la nueva naturaleza de la nueva creación. Hubo un tiempo en que éramos indiferentes a las cosas espirituales. No nos deleitábamos en Dios. Todo lo relacionado con Dios era aburrido. Entonces, sucedió algo verdaderamente maravilloso, esa ceguera espiritual fue curada. La dureza obstinada del corazón fue removida. La aversión a Dios y a las cosas espirituales fueron reemplazadas por reverencia, amor y deleite. Con estas nuevas tendencias, nosotros buscamos ir más cerca de Dios, asemejarnos más a la imagen de Cristo, y vivir por la gloria de Dios. En otras palabras, vivimos una vida en la búsqueda de la santidad.
Pedro dice que esto es, por lo que Cristo murió, “Cristo padeció una sola vez por los pecados [...] para llevarnos a Dios” (l Pedro 3:18). Este es el camino que Dios nos había prometido para nuestra santificación. Como Michael Horton dice en La Fe Cristiana, “Nuestra identidad ya no es algo que fabricamos en nuestra esclavitud, que confundimos con la libertad”. Con nuestra vieja identidad, es imposible vivir una vida de búsqueda de la santidad. Siguiendo la misma línea, C. S. Lewis insiste en su obra Mero Cristianismo, “Convertirse en un hombre nuevo significa perder lo que ahora llamamos ‘nosotros mismos’. Debemos salir de nosotros y dirigirnos hacia Cristo”. Además, él agrega: “Cuanto más nos liberemos de lo que llamamos ‘nosotros mismos’ y le dejemos a Él encargarse de nosotros, más nos convertiremos verdaderamente en nosotros mismos... En este sentido nuestros auténticos seres están esperándonos en Él. Es inútil intentar ser ‘nosotros mismos’ sin Él”.
Somos nuevas criaturas con la nueva naturaleza en Cristo. Cristo nos dio las nuevas inclinaciones, las disposiciones, y el aprecio por Dios y las cosas espirituales. La búsqueda de la santidad, no es solamente nuestra responsabilidad sino también nuestro profundo anhelo. Es nuestro deber y a su vez nuestro privilegio. Un cristiano es aquel que prosigue la santidad con gozo y deleite. Como dice John Piper en Sed de Dios, “El gozo en Dios es la raíz de la fe y también el fruto de la fe. Primero encontramos el tesoro escondido. Después lo invertimos todo en él”.
©Ftiba

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