La Necesidad Imperiosa de Ser Versado en la Palabra de Dios - Por Pablo Polischuk, PhD

El profeta Oseas vivió durante los trágicos tiempos que precedieron la caída y destrucción del reino norteño de Israel por parte de los Asirios (733 AC). Israel había experimentado una división política en años anteriores, estableciendo un reino en el norte (Israel) en contraposición a la región del sur (el reino de Judá). Sus reyes siguieron las corrientes seculares de su época, desplegando sus ansias egocéntricas de control y poder social, político y materialista, ignorando las necesidades del pueblo. En un lapso de 25 años, cuatro de los gobernantes del Israel experimentaron golpes de estado y fueron asesinados por sus ambiciosos sucesores, quienes ocuparon el trono a la fuerza.

Los sacerdotes, por su parte, erraron en su cometido ministerial al ignorar la esencia de su capacitación eclesiástica, ignorando la ley de Dios y estableciendo sus propios criterios al prestar sus servicios en el templo. Luego de la caída de Israel, la región sureña de Samaria fue capturada y su pueblo exilado (722–721 AC). Estos eventos trajeron el fin trágico del reino del norte de Israel.
Oseas profetizó durante un lapso de 38 años, luego de Amós, otro profeta que había advertido al pueblo acerca del juicio divino debido a la desobediencia nacional hacia Dios y su degradación ética y moral. La historia personal de Oseas, propuesta como una metáfora viviente por el mismo Dios, fue trágica y descomunal. Su experiencia fue designada a ser una ilustración concreta de la relación desbalanceada entre el Dios fiel y su pueblo infiel. Actuando en gracia y misericordia unilateral e incondicional hacia su mujer adúltera, el profeta ¬–bajo la jurisdicción divina– actuó hacia su esposa de la misma manera que Dios lo hizo con Israel, ofreciendo varias oportunidades para que el pueblo se arrepienta de su condición pecaminosa y vuelva al cauce de la voluntad de Dios y lo busque con devoción y obediencia abnegada. Sin embargo, el pueblo hizo caso omiso a tales ofertas divinas, lo que causó el juicio y veredicto divino, expresado categóricamente por Oseas:
“Mi pueblo fue talado (נִדְמ֥וּ עַמִּ֖י מִבְּלִ֣י –el verbo דָּמָה [damah] es traducido como cesar, cortar, talar, destruir) porque le faltó conocimiento (דַּעַת [daath], un sustantivo traducido como conocimiento [de la verdad de Dios]). “Porque has rechazado el conocimiento (de Dios), Yo te rechazaré del sacerdocio (ante mi presencia); por cuanto has rechazado la ley ( תּוֹרָה: torah: instrucción, dirección, guía, enseñanzas, preceptos de la ley) de tu Dios, yo me olvidaré de tus hijos también”. (Oseas 4:6).
Los tiempos de Oseas eran caóticos, caracterizados por la desobediencia, la idolatría, y la obstinación del pueblo bajo sus líderes corrupto y su rechazamiento de la ley de Dios carente de dirección sacerdotal. Notemos que Dios hizo a los sacerdotes responsables por la condición del pueblo por el hecho de ser sus ministros. Los sacerdotes y obreros a cargo de la vida espiritual de Israel no ejercieron su ministerio adecuadamente, sino que, entretenidos en sus ritos, ceremonias, y complacencia personal, menguaron en su devoción a Dios, en el conocimiento de su Palabra y su voluntad. No guardaron los estatutos divinos; no atendieron a las necesidades espirituales del pueblo de una manera adecuada. No enseñaron debidamente ni discipularon el carácter spiritual de los componentes del pueblo. Por lo tanto, el pueblo fue talado (cortado, destruido, llevado al cautiverio) y sus sacerdotes no tuvieron sucesores que pudieran haber seguido su oficio.
Nuestros tiempos parecieran dar pautas análogas a aquellos tiempos de Oseas, llamando nuestra atención a la historia bíblica, a recapitular, y a vislumbrar las consecuencias devastadoras que resultan de ignorar y desatender el conocimiento de la Palabra de Dios; de no ser versados en la sabiduría proporcionada por el entendimiento erudito y cabal de las Escrituras subyacentes al estilo de vida cristiano. Aunque aparentemente gozamos de las bendiciones y los privilegios de Dios, y tengamos congregaciones numéricamente admirables y expresivamente fervientes, pareciéramos ignorar la necesidad de labrar líderes pensadores, eruditos y pastores -maestros que establezcan bases firmes que formen el carácter del pueblo de Dios.
Por un lado, hay una necesidad imperiosa actual de labrar líderes que sean versados, que puedan permanecer firmes ante los desafíos del entorno secular y sus corrientes políticas y sociales, a las perplejidades con las cuales las temáticas seculares arremeten contra la iglesia y ejercen presiones conformistas sobre sus mentes, sus percepciones y atribuciones de significado al valor de la vida humana, y a la existencia del creyente bajo el sol. El liderazgo de la iglesia es responsable en mantener los valores, las creencias, y los fundamentos bíblicos y teológicos que subyacen al entendimiento y el acatamiento de la voluntad de Dios.
Por otro lado, a juzgar por las evidencias sociales, el entorno actual carece mucho de la ética, la moral, y los valores espirituales subyacentes al estilo de vida en general. La mentalidad de los creyentes y sus líderes debe ser renovada y actualizada continuamente. En un entorno caótico, estresante e impredecible, debemos darnos a la concientización, al conocimiento, y a la erudición necesaria para mantener y establecer principios basados en la Palabra de Dios, en lugar de ser arrastrados por las corrientes de este siglo y ser propensos a ser moldeados y seguir estilos y derroteros experienciales, enfocados en el narcisismo, el materialismo, el afán del poder social o la vanagloria humana.
Por todos estos motivos la necesidad de preparación ministerial –pastoral y de liderazgo– es imperiosa, y debe ser actualizada para contrarrestar la carencia del conocimiento de la Palabra, la guía divina y expresa de la voluntad de Dios para nuestro pueblo, para nuestros días. A tal fin, es con fe y esperanza que el establecimiento de la Facultad de Teología Integral será una realidad en nuestro entorno argentino, dedicada al labrado de un ministerio cristiano erudito y pasional.

©Ftiba

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